Escritos a mi hijo (I)
Nunca me he sentido del todo cómodo dando un consejo. Y tampoco recibiéndolo. Aun así, a lo largo de la vida estamos a un lado o al otro de la situación: aconsejamos o escuchamos. Y lo hacemos en muchas ocasiones sin desearlo, solo porque los acontecimientos nos pusieron allí. Tal vez ya habrás tenido alguna experiencia al respecto, con tus amigos, compañeros o incluso conmigo.
Ser padre te ubica en la orilla de quien aconseja. Eres, aunque no lo desees o te sientas capacitado, la brújula que guía tu vida y la de tu hijo. Soy la brújula de mi vida y, durante un tiempo, el de la tuya. En este sentido, ojalá siempre pudiera darte consejos con las palabras adecuadas, sentados disfrutando de un momento tranquilo y conversando de las situaciones contigo, hijo, sabiendo que necesitas más de mi apoyo que de mis regaños. Es una verdad de Perogrullo esa de que uno nace como padre cuando nace el hijo; tal vez existan personas que se prepararon toda la vida o nacieron programados para ser padres, y en apariencia todo lo hacen muy bien. Tú y yo sabemos que ese no es mi caso. En mi experiencia, he cometido muchos errores como padre, he dicho cosas que no debí decir, he esperado de ti, como hijo, lo que no estás obligado a dar, he castigado de manera injusta… Decir que todo lo he hecho con buenas intenciones no justifica los errores.
Algún día serás tú quien aconseje, por eso me atrevo a escribirte esta y otras reflexiones sobre la vida, te las iré compartiendo para que las leas, ya sabrás qué hacer con ellas. No te preocupes por el ahora, hay cuestiones que necesitan tiempo para ser comprendidas. Confío que con los años sabrás juzgar estos escritos.
He decidido empezar con el arte de dar consejos porque tal vez asumas algunas de las reflexiones como una forma de orientar tus acciones y decisiones. He pensado que podría ser así, que escribiré porque quiero que seas más consciente y responsable de tus palabras y actos. Pero en realidad, aunque en la vida cumplo el papel de ser tu padre, no soy experto ni estoy libre de errores; por lo que no puedo asumir que soy un consejero. Soy solo un hombre que se detiene un momento a pensar y escribir porque deseo que conozcas mis puntos de vista frente a la vida y todo lo que esta trae consigo.
Si pensamos el dar consejos como un arte, debemos partir por las múltiples definiciones de la palabra ‘arte’: entre ellas me interesan dos: “Conjunto de reglas y conocimientos necesarios para hacer bien algo o para desarrollar una actividad” y “Habilidad para hacer bien ciertas cosas”. En este sentido, dar consejos, visto como arte, está basado en la capacidad de analizar las situaciones y las experiencias para convertirlas en herramientas que nos harán actuar cada vez mejor. No obstante, no es una fórmula. Que alguien sepa mucho sobre un tema no quiere decir que sea la persona más capacitada para aconsejar al respecto. Es así como siempre he considerado que es mejor el consejo de alguien que ha fracasado al de quien siempre ha triunfado o todo le sale de la mejor manera; quien ha sido un ganador podrá aconsejarnos para alcanzar nuestros logros de una forma parecida a la suya, mientras que quien ha tenido que aprender desde el fracaso, tuvo que analizar mejor los motivos por los que no pudo o no ha podido alcanzar las metas, lo que permite que sus consejos sean más honestos, más prácticos. Por ejemplo, el estudiante que necesita esforzarse para aprender, es más paciente y está más dispuesto a enseñarle a otro, ante todo porque comprende lo difícil que puede ser apropiarse de un conocimiento.
Aconsejar es, entonces, un arte en el que no todos nos sentimos capacitados, pero en el que cada quien puede aportar desde su experiencia, en busca de la mejor comprensión de las disímiles situaciones que nos presenta la vida.
Los escritos que te iré compartiendo poco a poco, van más allá de darte consejos. Te invito a tomarlos como formas de ver el mundo, así como una excusa para que conozcas más a este hombre que es tu padre y comprendas que soy mucho más que quien te dio la vida y con quien convives, así como tú eres más que mi hijo: eres hombre, amigo, estudiante, lector, curioso… Somos un sinfín de variables, nos comportamos y pensamos diferente durante nuestra vida. Por ello, espero que cada escrito que te comparta nos una más y mantenga abierta la disposición al asombro y al aprendizaje que necesitamos tanto para sentirnos vivos.
Carlos Agudelo Montoya
Febrero 2020
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