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Foto del escritorCarlos Agudelo Montoya

Del valorar

Escritos a mi hijo (IV)

         La vida suele ser mutable, cambia cada cierto tiempo, algunos de esos cambios pueden durar años, mientras otros ocurren de un momento a otro, por ello no es posible determinar con antelación con cuánto tiempo contamos para valorar a nuestros seres queridos, nuestra salud, alimentación o estilo de vida. La adolescencia, al ser uno de los momentos más críticos para el ser humano, es una época en la que se trastocan nuestros valores y a la vez sentamos las bases para lo que consideraremos importante el resto de nuestra vida. Por ejemplo, mis posturas frente a los demás y la confianza que siento hacia mis amigos, se determinó en esa época, y lastimosamente no fue de la mejor manera. Tardé muchos años y conocer diferentes tipos de personas, que me mostraron la variedad de amistades que existen, para reconstruir esa confianza perdida.

         Es por eso que considero importante escribirte sobre la relevancia que tiene en nuestras vidas el valor que damos a los demás y a cada detalle de la existencia. En diferentes ocasiones te he pedido que valores más lo que tienes, pero mientras me siento a escribirte esto, no puedo dejar de pensar lo ingenuo que he sido al creer que solo con pedírtelo ibas a cambiar de actitud frente a la forma como cuidas a tus abuelos, a tus amigos o incluso los objetos que te hemos regalado. Dicen que solo es posible conocer el verdadero valor de las cosas cuando conocemos lo que cuesta obtenerlas, por ello esperan que si trabajamos para ganar dinero que nos permitan comprar nuestros propios objetos, los valoraremos más. Es posible que así sea, pero, ¿qué ocurre con lo que ya tenemos? ¿En realidad debemos esperar hasta perderlo para reconocer lo importante que era para nosotros?

        La RAE tiene cuatro definiciones para la palabra “Valorar”. La última se relaciona con la química, mientras la tercera y la primera están ligadas a la economía: “Señalar el precio de algo” y “valorizar”. Confió en que el valor que le des a las personas y al estilo de vida que tienes, esté más cerca de la segunda acepción: “Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo”.

        Tómate un momento y piensa en cómo sería tu vida si perdieras lo que tienes ahora: ¿cómo serías si estudiaras en otro colegio?, ¿cómo tratarías a otra mascota después de que Kyra ya no esté?, es más, ¿te sería fácil adoptar otro perro? Ahora piensa en las personas que te rodeamos, que de alguna o múltiples maneras, somos irremplazables, ¿cómo afrontarías la vida sin poder ver a tu madre, sin tener a tus abuelos, o como sería el futuro si yo llegara a faltar en tu vida?

         Cuando busco responderme estas mismas preguntas me lleno de un deseo inmenso por compartir más tiempo a tu lado, por ver a mis padres y decirle a cada persona importante en mi vida lo tanto que valoro el hecho de que estén o hayan estado a mi lado. No puedo hacerte ver a través de mis ojos, ni siquiera soy capaz de hacerte sentir lo que siento, pero aun así confío en que cada vez, cada día, a cada momento, comprendas que la vida y el tiempo es irrecuperable, lo que hace fundamental gozar de un encuentro, una llamada, una conversación, un abrazo, incluso hasta cada discusión y diferencia, porque todos los que te rodeamos tenemos la esperanza de que harás de tu vida el mejor camino hacia tu felicidad.


Carlos Agudelo Montoya

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